Sentadas y sentados, a la hora de la merienda, mientras desgranamos choclos o cardamos lana. Cualquier momento es bueno para escuchar a nuestras abuelas y nuestros abuelos hablarnos en nuestra lengua, contarnos historias antiguas, viejos secretos para la siembra, el pastoreo y la cura de enfermedades. Ese es nuestro aprendizaje, nuestra educación. Aquella que reafirma y reproduce nuestra identidad cultural.
Por ello es que los pueblos indígenas pedimos una educación no solo bilingüe sino, sobre todo, intercultural. Que se vincule a nuestras historias y nuestras costumbres. Una educación de calidad para acceder al mundo sin dejar de ser lo que somos. Sin perder nuestras raíces.
Pero la educación intercultural bilingüe tiene muchas deficiencias: falta de aulas, de profesores capacitados, de materiales. Salvo casos muy específicos, no participamos en la elaboración de los contenidos. Hemos logrado que la visita de nuestros niños y niñas a nuestros sabios y sabias sea parte de la currícula, proceso que está en lenta implementación.
La educación es un derecho. Y las estadísticas nos muestras aún grandes brechas. El II Censo de Comunidades Nativas, realizado en el año 2012 en once regiones amazónicas, reveló que el 18.5% de los encuestados no tenía ningún nivel educativo. Las brechas entre zonas urbanas y zonas rurales (donde viven nuestras comunidades indígenas andinas y amazónicas), y dentro de ellas las brechas de género, nos presentan un panorama que urge cambiar.
En el 2014, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la tasa de asistencia de menores de 3 a 5 años en el área urbana era de 80.2% en el caso de los niños y 77% en el caso de las niñas. En el área rural las cifras fueron de 75.3% y 71.9%, respectivamente.
En educación primaria, la asistencia de los niños fue de 92.1% y la de las niñas de 91%. En el área rural, las cifras fueron de 92% y 91.5%. Los promedios de años de estudio también expresan las brechas entre campo y ciudad y entre hombre y mujeres. Siempre en el 2014, en el área urbana el promedio de los hombres fue de 10.9 años y el de las mujeres de 10.5 años. En el área rural, las cifras fueron de 7.9 y 7.2 años.
Donde más se evidencian estas brechas es en las tasas de analfabetismo. El promedio nacional es de 9.6% de mujeres analfabetas y 3.1% de hombres analfabetos (menos de la tercera parte). En el área urbana son 5.6% de mujeres frente a 1.6% de hombres que no saben leer y escribir. Pero en el área rural las cifras se elevan a 24.6% de mujeres y 7.7% de hombres analfabetas y analfabetos. La diferencia es más que injusta.
Insistimos: la educación es un derecho y una vía para reforzar y reproducir nuestra identidad. Los pueblos indígenas tenemos derecho a una educación intercultural bilingüe de calidad.
Fuente de las cifras: ¿Conoces las diferencias?, publicación del INEI.