Onamiap. 25 de noviembre de 2014.- Este año, el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer encuentra al Perú, desde el Estado, preparando la Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre Cambio Climático Nº 20 (COP20). Y desde las organizaciones y movimientos sociales, organizando la Cumbre de los Pueblos frente al Cambio Climático.
En esta fecha, que coincide con el V Aniversario de creación de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP), necesitamos reflexionar sobre la discriminación histórica como una forma de violencia contra la mujer.
La violencia doméstica no es la única que sufrimos las mujeres. Hay también una violencia institucional que se ejerce desde el Estado y desde las empresas privadas. Una violencia que se manifiesta en la falta de mecanismos de participación para las mujeres indígenas en los espacios de toma de decisión de políticas sobre cambio climático. Y también en los cientos de mujeres desplazadas por los impactos del cambio climático, bajo la forma de pérdida de cultivos y desastres naturales, para citar solo dos ejemplos. Asimismo, en la pérdida de tierras comunales por las parcelaciones impulsadas por las empresas mineras, una actividad altamente contaminante que multiplica los impactos ambientales.
Las mujeres indígenas tenemos conocimientos y prácticas en la gestión del territorio y los bienes naturales, así como en el cuidado de la biodiversidad y de la soberanía alimentaria. Pero nada de ello es reconocido por el Estado.
En los desastres climáticos, por cada cuatro mujeres muertas, muere un hombre. Pero en aquellos países donde hay menores brechas de género, las cifras de muertes son iguales. Esto hace indispensable que el empoderamiento de las mujeres se constituya en una estrategia central frente al cambio climático.
Una de las mayores discriminaciones está en el acceso a la propiedad de la tierra. Las mujeres en el mundo somos responsables del 43% de la producción agrícola, pero solo tenemos el 2% de la propiedad de la tierra y solo el 1% de nosotras tiene acceso al crédito.
En el Perú, del total de superficie agrícola, el 79% es de propiedad de los hombres y solo el 21% de las mujeres. En la selva, la brecha es más amplia: 80.9% de la propiedad en manos de los hombres y apenas 19.1% en manos de las mujeres. En el 2013, además, había 898 directivos en las juntas de usuarios de riego. Solo el 4.23% de ese total eran mujeres.
Nuestras propuestas son, básicamente: participación en la formulación, implementación y monitoreo de políticas e instrumentos para enfrentar el cambio climático desde nuestras cosmovisiones. Necesitamos también apoyo para capacitarnos en el conocimiento de nuestros derechos y para fortalecer las organizaciones de las mujeres indígenas. Y que los presupuestos públicos consideren partidas específicas para la prevención y atención de desastres naturales; seguridad y soberanía alimentaria a partir de la dotación de insumos y semillas; capacitación en adaptación y mitigación; y dotación de créditos y seguros que fomenten los conocimientos y prácticas tradicionales.