Por. Rosa Montalvo Reinoso*
En su texto La Sal de los Cerros, Stefano Varese da cuenta
de una crónica del etnólogo alemán Gunter Tessmann sobre los indígenas
asháninkas publicada en 1930, en que dice: “Alguna vez me parecía estar frente a un simio antropomorfo
altamente evolucionado en la naturaleza, tan poco era capacitado para entender
el cerebro del indígena, los hechos, dados claros y sencillos. […] esta tribu
campa se civilizará muy lentamente y debido solo a la extensión de la población
de piel clara. […] el Campa no tiene civilización del todo […] y la mayoría es
salvaje por completo.”[1]
Esta mirada sobre la población que habitaba estos
territorios fue en buena medida lo que justificó el despojo y el sometimiento
de los pueblos indígenas amazónicos y andinos que habitaron nuestro país en ese
entonces.
Pasados cientos de años de esas crónicas, sin duda las
mentalidades coloniales siguen viviendo en muchas personas que parecen
detenidas en la historia y ancladas en el pensamiento de los primeros
colonizadores y siguen reproduciendo esas miradas, avalando los nuevos despojos
que están viviendo los pueblos indígenas en la actualidad. Pretenden seguir
negando los derechos que les corresponden gracias a las luchas de los propios
pueblos, porque hay que decir, que los derechos que exigen los pueblos
indígenas han sido conquistas realizadas por ellos mismos, muchas veces a costa
de la vida de sus integrantes.
En el Perú, el país de la marca con logo que parece
significar mala suerte, según algunos entendidos, precisamente tenemos la mala
suerte de mantener las continuidades racistas y discriminatorias que
justificaron el despojo. Así tenemos que mientras, en una especie de juego
esquizofrénico, se mantiene el desprecio a los hombres y las mujeres indígenas,
se los muestra como parte de la fotografía que acompaña al logo de Marca Perú
junto a alguna zona arqueológica o a una llama, como si fueran objetos de
decoración. Aunque no puede decirse que no se hayan dado cambios y no se esté
haciendo algunos esfuerzos para combatir el racismo y la discriminación, es
lamentable cómo aún está tan presente y aparece con tanta claridad en los
medios, en la pluma de periodistas que sin ningún remordimiento lo exponen. Uno
de los ejemplos más patentes es el señor Aldo Mariátegui, cuyo abuelo, que
escribiera con tanta preocupación sobre el “problema del indio”, seguramente
debe removerse en su tumba. Hace unos días, en su columna de opinión en Perú
21, dijo al referirse a la consulta previa:
“Esta ‘consulta previa’ es un integral negocio magnífico
para la izquierda, por lo que es natural que la defiendan y promuevan tanto:
permite manipular masas ignorantes, practicar lenguaje demagógico, poner a los
gobiernos a la defensiva, crear un nuevo actor social (los indígenas)
clientelista, atomizar el poder, obtener protagonismo político en la toma de
decisiones, controlar la riqueza y, no menos importante, darles ocupación e
ingentes recursos a sus ONG. Disfrazan este absurdo plebiscito vecinal como
‘derecho humano’ para sacralizarlo y lo eternizan, con su dorada burocracia
roja de la OIT, como un tratado”.
Es claro que estas apreciaciones, a más de demostrar
desconocimiento o ignorancia sobre lo que es la consulta, al llamarla
“plebiscito vecinal”, son la continuidad del pensamiento de los cronistas de la
época colonial, así como de las argumentaciones contenidas en los escritos del
ex presidente y hoy candidato a la presidencia Alan García, denominados
“síndrome del perro del hortelano”, en donde también aludía a la supuesta
ignorancia de los indígenas para justificar su política de apertura a las
grandes inversiones en territorios indígenas. Al igual que en la colonia, se
intenta sustentar la negación de los derechos de los pueblos manteniendo las
mismas narrativas que se han interiorizado en el imaginario de grandes sectores
de la población y que se expresan en el racismo y el endoracismo tan presente
cotidianamente.
Como un indicador de un nuevo tiempo, la respuesta vino
tanto desde las organizaciones de pueblos indígenas como de instancias
gubernamentales. La Organización Nacional de Mujeres Andinas y Amazónicas el
Perú (ONAMIAP), por ejemplo, publicó un pronunciamiento, condenando “ todo tipo
de discriminación y vulneración de nuestros derechos reconocidos y respaldados
en mecanismos internacionales como el Convenio 169 de la OIT, ratificado en
nuestros país y que tiene rango constitucional, y la Declaración de las Naciones
Unidad sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas”. El Ministerio de Cultura
también se pronunció firmemente en relación a esta columna señalando que:
“Los adjetivos utilizados en el artículo en mención para
referirse a la población indígena de nuestro país están basados sobre
prejuicios racistas que fomentan discursos de odio, la perpetración del racismo
y fomentan la conflictividad social. En ese sentido, recordamos que el artículo
323° del Código Penal vigente tipifica y sanciona el delito de discriminación,
que describe entre otras manifestaciones, como el promover en forma pública
actos discriminatorios, por motivo de identidad étnica y cultural, con el
objeto de anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio de los
derechos de la persona”.
Obviamente por la prepotencia y el desprecio del periodista
expresado en su artículo, no iba a dar una respuesta a las organizaciones
indígenas que se pronunciaron, mas sí respondió a este pronunciamiento,
seguramente porque la Ministra es considerada de su clase. Sin embargo, lo hizo lanzándose contra la
funcionaria Gabriela Pariona a la que llama “calichina burócrata caviar”, para
quitarle autoridad y subalternizarla, insistiendo en explicar a qué se refería
con “masa ignorante”, en un obvio abuso a la inteligencia de la ciudadanía, e
intentando de todos modos zafarse de la acusación de racismo. Refiriéndose al
DRAE, afirma que uno de los significados de la palabra ignorante es “Que carece
de cultura y conocimientos, término descriptivo y no peyorativo para masas que
a menudo carecen, lamentablemente, de conocimientos básicos (alfabetismo,
escolaridad)”. Vuelve aquí a expresar, como sin querer queriendo, su visión
discriminatoria sobre los pueblos indígenas, al ligar conocimientos con
escolaridad, demostrando su ignorancia sobre lo que es conocimiento y cómo
todos los pueblos tienen sus sistemas de conocimientos que van construyendo en
su propio contexto y que expresan valores, prácticas, ideas, formas de entender
el mundo y que en el caso de los pueblos indígenas han permitido mantener la
diversidad cultural y biológica que tanto apreciamos.
Por eso, habría que recordarle permanentemente al periodista
lo que quizá ignora, que cuando saboree un rico plato Novoandino, debe saber
que la base de esa culinaria son los productos que amorosamente han cuidado y
criado hombres y mujeres indígenas andinos y amazónicos y que ahora combinados
con otros elementos y conocimientos hacen posible que podamos disfrutar de
ellos. Y habría que hacerle conocer al periodista otras que parece ignorar y
es que los pueblos indígenas han estado
aquí desde antes de la llegada de los colonizadores, que hace rato son un actor
social que exige derechos y que afortunadamente, pese a los intentos de
integración homogenizadora e incluso de desaparecerlos, como sucedió con los
Matses a quienes lanzaron Napalm en el primer gobierno de Belaunde, y pese a la
guerra interna que desangró a tantas familias indígenas por la insania de los
subversivos y de las fuerzas armadas, son colectivos de ciudadanos y ciudadanas
que exigen el respeto a sus derechos individuales y colectivos, a sus culturas
y modos de vida, representación política, iguales oportunidades, el derecho a
existir como cualquier peruano o peruana. Es urgente que se supere la ignorancia
tan profunda sobre los pueblos indígenas, que se condene con firmeza el racismo
y la discriminación a la que se ven sometidos y que no se deje pasar nunca más
el tratamiento despectivo hacia ellos en los medios masivos de comunicación.
[1]Varese Stefano, La sal de los cerros, Fondo Editorial de
la Casa de las Américas, La Habana, 2011, p. 172.
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*Publicado en NoticiasSER.pe