La Asamblea General de las Naciones Unidas
designó, en 1993, el 22 de marzo como Día Mundial del Agua. Es una fecha en la cual se reflexiona sobre
la falta de acceso al agua dulce para consumo humano. Y es un problema grave:
la ONU estima que en el mundo existen mil cien millones de personas sin agua
potable y dos mil cuatrocientos millones sin saneamiento. Pero poco se discute
sobre lo que significa la escasez de agua para los pueblos indígenas.
La Organización Nacional de Mujeres Indígenas
Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP) quiere llamar la atención acerca de
este tema. Para los pueblos indígenas el agua es, esencialmente, fuente de
vida. Es la sangre que hace latir la Madre Tierra. Vivimos en armonía con ella
porque da vida a nuestros cultivos, nuestros animales, nuestros alimentos.
Nuestros ancestros supieron cuidarla y distribuirla. Construyeron reservorios y
canales de irrigación. Y aún le agradecemos en nuestras ceremonias espirituales.
Pero el modelo económico basado en las
actividades extractivas y los impactos del cambio climático están poniendo en
grave peligro nuestras aguas. Las empresas extractivas se apoderan de nuestras
fuentes o las contaminan, usándolas como vertederos de sus desechos mineros o
derramando petróleo en nuestros ríos. Los ojos de agua desaparecen. Y los
glaciares que alimentan las cuencas andinas, costeñas y amazónicas también van
desapareciendo.
Sin embargo, el Estado insiste en el modelo
económico, debilitando con los “paquetazos” para atraer inversiones en
actividades extractivas los estándares y normas ambientales. Las políticas
públicas no recogen ni valoran nuestros conocimientos y prácticas ancestrales.
Las mujeres indígenas, que necesitamos el agua
para nuestras actividades extractivas, la preparación de nuestros alimentos y
el cuidado de nuestras familias, sufrimos más los impactos de la escasez de
agua. Además, somos quienes tradicionalmente la recolectamos y debemos buscarla
cada vez más lejos.
Como ONAMIAP, planteamos que el Estado norme
la protección efectiva de las fuentes de agua y que no se priorice su uso para
actividades extractivas sino para el consumo humano, la agricultura y la
ganadería. No más minería en cabeceras de cuencas, no más uso de nuestros ríos
y lagunas como vertederos de desechos minerales. Cuidado de nuestros bosques de
neblina. Prevención permanente de los derrames petroleros.
Las mujeres indígenas andinas y amazónicas del
Perú demandamos también participación en el diseño, implementación y monitoreo
de los planes y programas de mitigación y adaptación al cambio climático. Así como el apoyo del Estado a nuestras prácticas propias de adaptación.
Este apoyo debe incluir políticas integrales
de protección de nuestros glaciares, apoyo económico y técnico a los sistemas
de cosecha de agua, construcción de reservorios en nuestras comunidades,
sistemas de irrigación de acuerdo a cada realidad, combate a la tala ilegal y
la minería ilegal, reforestación con plantas nativas que regulan el ciclo de agua,
ya bastante alterado por el cambio climático, y no con especies exóticas que
acaparan el agua y degradan nuestras tierras.
Los pueblos y las mujeres indígenas tenemos
derecho al agua como fuente de vida, tenemos muchos conocimientos y prácticas
ancestrales que aportar. El Estado solo debe escucharnos.